18 de mayo por la tarde


Me he encaminado a toda prisa al laboratorio de Denise, cagándome por el camino en los muertos de Rosita (estoy seguro de que ha sido ella), en los muertos de Carlinhos el pinche (puede haber sido él) y en general en los muertos que no queda quietos donde los ponen como unos muertos buenos. Afortunadamente había terminado el asunto que me había llevado a Port Dauphiné. La entrevista con los Oficiales, el pretexto con el que me he escapado del resort en este momento crítico, tendrá que esperar, o tal vez intente solventarla con una llamada telefónica al teniente Legrand, por si alguien en el resort me pregunta. Dichosa Rosita.

He conducido tan deprisa que en algunos momentos de la ruta he tenido miedo de despeñarme por los acantilados como le pasó al pobre Gottlieb. No estaba muy seguro de que mi carrito fuera lo bastante grande para la caja de bananas, pero en el peor de los casos ya me encargaría de buscarle algún acomodo provisional a dicho bulto en el mismo laboratorio, inventando alguna excusa convicente. Al llegar a la entrada del labo me ha sobresaltado no encontrar la caja donde yo suponía que iba a estar.

Peppino, el perro de Denise, ladra en la puerta hacia el interior pidiendo que le dejen entrar. Me uno a la petición pulsando el timbre. Tras unos minutos de espera, entiendo que la casa está vacía.



Pruebo a llamar al teléfono móvil de Denise. Fuera de cobertura. No es extraño: durante todo el día ha habido cortes en las comunicaciones, teléfonos fijos y móviles, Internet. Al salir de la habitación de la pensión de mala muerte donde he pasado la tarde he visto a los parroquianos de la sala de estar protestando por el corte de la señal de televisión en mitad del partido. La tormenta se acerca, y cada vez hace más calor.

Peppino parece haberse tranquilizado algo desde mi llegada. Jadea y me mira como queriendo decirme algo. Juega y masca una bola de papel, la impulsa con el hocico hacia mis pies. La miro desde lo alto: ese papel yo lo he visto antes.

La tomo y despliego su cara manchada y húmeda. "muestras biológicas". Es mi letra. En el reverso hay una inscripción, y reconozco la letra de Denise:

SOCORRO
RETENIDA
LLAMA FRANK

El sobresalto y el calor me marean. Me quedo mirando fijamente al suelo, donde la tierra compactada aún conserva marcas del paso de un objeto muy pesado, tambaleándome ligeramente. El perro me mira. Miro al perro, cuya imagen se vuelve cada vez más borrosa. No es el estrés, no es el calor. Me doy cuenta de que es otro ataque. Y me he dejado las jeringuillas en el resort.

Si no me doy prisa puedo morir. No puedo conducir. No hay cobertura telefónica. Cada vez hace más calor. Estoy solo.